Antes me ocurrían cosas que no entendía y juzgaba como negativas. Luego me di cuenta de que esas cosas negativas eran las que más me ayudaban a crecer, sanar y fortalecerme, además de que yo mismo las había atraído a mi vida para tal fin.

Esto me permitió hacerme absolutamente responsable por todo lo que me sucedía. Una vez que comprendí esto, deje de llamarlas “malas” y comencé a llamarlas “buenas”. Por consecuencia y a partir de ese glorioso momento, pude ver que solo me sucedían cosas buenas.

Entonces, me liberé del miedo al futuro (ya que nada malo podía ocurrirme) y comencé a vivir en sintonía con el amor consciente. Comencé a vivir con una fe absoluta y ciega en la Existencia. También me di cuenta de que si no existían cosas malas, tampoco podían existir los problemas… Entonces, me liberé de todos mis problemas instantáneamente. Comprendí que solo eran juicios de mi mente. Este conocimiento profundo me permitió, naturalmente y sin esfuerzo alguno, aceptarlo todo.

A partir de ese momento, mi vida se transformó en una constante bendición, simplemente por comprender que todo, absolutamente todo en este Universo, está creado para ayudarme y a mi favor. Comencé entonces a sentir que era terriblemente amado y protegido. Deje de desear, dejé de pedir y de esperar. Solté y me entregue a lo desconocido. Comencé entonces a recibir, mucho más de lo que jamás hubiera imaginado.

Y finalmente, desperté. Pedí perdón por haber sido tan ingrato y no haber visto la magia de la Vida y al mismo tiempo me perdoné a mí mismo por ello. No más problemas, No más quejas. No más sufrimiento. No más deseos. No más resistencia. No más infelicidad.

Solo constante bendición, gratitud sin límites, amor incondicional y una paz que no es de este mundo; una paz del más allá.

Esto sí es vivir. Esto es la Vida.

Fernán Makaroff.